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INSTITUTO
ADOLFO MATTHEI
INSTITUTO AGRARIO ADOLFO MATTHEI
En medio del tránsito cotidiano del Instituto Técnico Profesional Adolfo Matthei de Osorno, un cuerpo de Filtrovivo se alza como muralla viva, un gesto vertical que interrumpe la horizontalidad del paisaje escolar. No es escultura. Tampoco mobiliario. Es un organismo simbiótico enraizado en el concreto, diseñado para habitar el presente y reconectar la experiencia cotidiana con la respiración del entorno.
Este módulo, de 5,5 x 2 x 2 metros, encarna una lógica de coexistencia: una estructura habitada por más de ochocientas plantas filtradoras que, en conjunto, limpian el aire, atenúan el ruido y transforman el espacio en un lugar cultivado. No tiene botón de encendido. Su lenguaje es el de la humedad, la reticularidad y la respiración vegetal.
Su presencia no interrumpe el ritmo del colegio: lo altera sutilmente. Cambia el aire. Cambia el sonido. Cambia la forma en que se ocupa el espacio. Alrededor de Filtrovivo, la rutina se vuelve más porosa, menos rígida. El sistema no solo filtra contaminantes: habilita una pausa. Una zona donde el cuerpo percibe lo que normalmente pasa desapercibido: humedad, temperatura, respiración.
En términos técnicos, Filtrovivo está diseñado para capturar material particulado (PM2.5 y PM10), absorber CO₂ y contribuir a la regulación del microclima en zonas urbanas densificadas. Pero su aporte no es solo medible: es experiencial. En su forma vertical —que evoca tanto a un tótem como a una raíz suspendida— este módulo establece un vínculo entre cielo y suelo, entre la arquitectura escolar y la biología silvestre. Un cuerpo intermedio: ni natural ni artificial, sino híbrido, simbiótico.
En el contexto de una escuela técnica agrícola, donde el vínculo con la tierra ya forma parte del currículo, Filtrovivo no se presenta como novedad, sino como continuidad, una extensión viva de la educación.